martes, 24 de febrero de 2009

Se repite la celebración de victoria a la misma hora, a cada mes es aun mas mayúsculo el gusto en mi profundidad; hoy es ya la novena ves que de lo alto de la torre se liberan luces de colores que se mezclan con las luces blancas que siempre aparecen cuando la grandiosa estrella amarilla va lejos de este reino.
En una pintoresca aldea en la que se levanta una única cabaña entre altos arboles, me encuentro conectándome con un después de esta luna. Recargada en el barandal de madera del acogedor pórtico, pienso tantas cosas sobre el. A un lado, sobre una baja mesita de madera con plantas talladas, en un jarrón azul están los purpuras y selectos brotes que la sagrada tierra le desenraizo sin esfuerzo para un valeroso presente que me trajo hasta aquí; vivas las flores cantan su nombre y a su música la retrae un viento que nos encontró antes por la tarde. Tan poderoso es su don y el amor con el que me ve, que su música y su amor me mueven a cualquier lugar, incluso me moverían de la muerte hacia la vida.
Largo tiempo, aun se prolonga y si acabará, esta damita no daría paso a lo que seguiría, con todo ese amor para siempre se dormiría y otra nueva plantita continuaría el ciclo...